viernes, 24 de octubre de 2014

Ancestros

Puede ser que uno sea el arquitecto de su propio destino... pero hereda de sus ancestros.

Suele la vida llevarme
de la mano, presurosa
o paso a paso,
ajena mi voluntad al rumbo.
Puede este mundo brindarme
sin pedirlas,
las cosas más variadas,
algunas, incluso,
las por mí soñadas.
Y las gentes y las cosas
que cruzan mi derrotero
se saludan, me hablan,
me escuchan me soportan
y se conjugan en un todo
que me rodea, me abraza, me apretuja,
que me lleva, me trae, me coloca,
que se cambia, me quita, me repone
como un algo,
uno más,
de un montón.
Y el hombre que soñó aquel niño
que fui,
el ser que quise ser,
se me escapa, se esfuma, se diluye
en el ir y en el venir
de las cosas de este mundo…
y me pierdo…
Me busco, porque algo hay en mí
que así lo intuye,
a la vera de una fuente primorosa
de un hogar lejano en el tiempo,
gobiado por los vientos…
y me encuentro…
Y por obra de un arte incomprensible,
cual si fuera una óptica suprema,
la imagen de aquel niño
y la forma del hombre
que soy,
se juntan, se entrecruzan, se enciman
y se integran.

                     Primer Premio. Poesía recitada por su autor.
Miniesteiddfod de Trevelin 1981 

El hogar de mis padres

A los 14 años mis padres me enviaron a Gaiman, Chubut, a 600 km de nuestro hogar, para que pudiera cursar 5° y 6° grado. Después, para iniciar el secundario, viví en una pensión en Esquel. Desde aquel primer momento, y hasta hoy la impronta del hogar de mis padres permanece vívida en mí.


Solo, por el mundo insensible 
viajo y lucho en busca de fortuna. 
No riquezas pasajeras y mundanas 
sino perennes. De esas, hay sólo una.

El hogar de mis padres he dejado 
cuando la vida se ofrecía tentadora,
pero el vaivén diario me ha golpeado 
y añoro los momentos de otrora.

El tiempo su andar no retrocede 
y el hogar paterno ya no es el mismo. 
Todo cambia a su compás 
y mi mente es presa del negro pesimismo.

Mis ojos cierro, y lo veo como entonces 
todo lleno de amor, de sol y vida.
El rosal de la ventana a su vera, 
y la cortina por la brisa mecida.

A mi padre, en el sillón dormido 
en un momento de nostalgia veo yo, 
con la Biblia descanso en sus rodillas,
pues domingo es, y su salmo ya leyó.

De la cocina por la puerta abierta 
ciertos timbres de loza ocasional 
lo despiertas de su siesta merecida: 
es mi madre, con el té dominical.

Feliz me siento al ver todo aquello 
y fácil es, con los ojos entornados; 
mas es dura prueba osar abrirlos 
y ver que todo aquello es pasado.

Solo, por el mundo insensible 
viajo y lucho en busca de fortuna, 
mas, ¡inútil! el paterno hogar no existe 
y como ésa, ¡no hay ninguna!

Trevelin, febrero l960


Bod Eglur

Nuestro hogar fue edificado por mi abuelo, Thomas Dalar Evans. Él lo bautizó Bod Eglur, que significa en mi idioma materno, el galés, ser claro, estar claro. Su significado fue una impronta en mi crianza y en mi vida. 


Si tu nombre, Bod Eglur, 
no fuera suficiente; 
ni la lengua, 
el idioma que oí desde mi cuna, 
que impregnó tus cimientos y tus muros, 
no dice ya para muchos nada; 
si los días y las noches 
y los años llevaron a sus tumbas 
al fundador y a mis padres 
y con ellos al olvido la promesa, 
el desafío y la esperanza 
de un vivir en claro, 
de un estar en claro, 
entonces, “Bod Eglur”,
tu nombre ya nada significa… 
Será solamente una mención… 
simple referencia,
sin unción, sin reverencia.
Mas quisiera, 
¡no! no es que quiera:
 ¡necesito! decir a todos 
y a mi mismo 
que tu nombre Bod Eglur, 
no es traducible 
por cuanto es vivencia, 
es emoción y es sentimiento.
¿Cuál fue, vieja casona querida, 
la razón de tu bautismo? 
¿Acaso la vista desde ti al ancho valle, 
o el ejemplo de la vida señera del abuelo? 
Tal vez no importe. 
Solo cuenta que a tu amparo 
y en la senda clara del patriarca 
todo fue claro, y todo claridad. 
Los caminos luminosos a la vida 
y a mi vida fueron claros en tus lares; 
y el Amor, el gran Amor 
fue mamado por mí en tu morada. 
Y la Paz allí habitaba. 
Y la Fe, la fe que sobrepasa todo entendimiento
era en ti, Bôd Eglur, ¡fuerte basamento! 
¿Cómo traducirte, si no es viviendo? 
¿Cómo vivirte, si no es con hechos? 
¿Cómo hacerte, si no es con testimonio? 
¿Cómo testimoniarte, 
si no es con Fe, con Amor, con Paz? 
Y eso todo, es claridad, 
y tu lo eras. 

Bariloche, abril 1978. Publicado en El Regional.

Voces del arroyo

El hogar donde nos criaron fue edificado a la vera de un arroyo que surge de una vertiente en las lomadas sur del valle de la Colonia 16 de Octubre, en Chubut, Patagonia argentina.

La corriente de sus aguas puras y frescas produce un rumor incesante que pareciera querer comunicarse... y tal vez lo haya logrado. 

Mi nombre no es ajeno a ese murmurar del agua, que desde el galés significa "voz del arroyo". ¿Lograré yo comunicarme?

En este blog podrán encontrar vivencias de mis ocho décadas.


                                                                    Nantlais